Limón con sal? (o de cómo convertirse en catador de desilusiones)




Es un sabor casi indescriptible pero persistente, penetrante. Primero toma la lengua, la boca. Luego, de a poco, la nariz y la garganta. Lentamente aturde la mente, el alma...

Es imposible de encasillar en un solo adjetivo. Tal vez una mezcla de todos ellos. Como una poción lentamente preparada en un caldero que Hades remueve lentamente, con la malicia en la comisura de sus labios.

Cuando toca la punta de la lengua, puedes sentir la dulzura. Un néctar que acelera los latidos, impulsa adrenalina hasta sentir que la cabeza va a explotar. La garganta y el estómago sienten un nudo de incredulidad ante tanto placer.

Pero sólo dura un suspiro.

Pronto, la ironía de lo salado aparece. Provoca una mueca extraña en la cara. Quiere ser una sonrisa que se transforme en risa. Una carcajada seca y sin vida. Esa que presagia: the joke's on you...

Y ahí es como si fuera el cuerpo mismo el que genera la respuesta ácida. Esa que clama venganza, con lentitud y crueldad. El ácido es obstinado, rencoroso y contamina todo. Congelando el corazón y quemando la mente con sables al rojo vivo.



Al final, todo se oscurece.

Lo amargo lo toma todo para sí. Desde el pelo hasta la punta de los pies. Inunda de tal forma, que un tiritar helado recorre el cuerpo, mientras los lagrimales arden.

El pataleo de la revancha impotente y frustrada ha cedido el paso a una inmovilidad resignada.

Lo único que es aún posible de percibir es la salada ironía. Como un chispeo burlón que recuerda las advertencias del Oráculo.

Esta vez, el sabor me acompaña, se instala, anida y me define...


"Whatever makes you happy
Whatever you want
You're so fuckin' special
I wish I was special

But I'm a creep,
I'm a weirdo
What the hell am I doin' here?
I don't belong here..."

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