Llegaron las vacaciones... (ese momento en el año donde la gente se vuelve más monstruosa de lo que ya es...)
Durante tres años pude mirar el mar cada día, y nunca lo he visto más hermoso que en invierno. Solitario, calmo, imponente. Me hipnotizaba perder la vista en algo tan vasto...
Las únicas veces que nos hemos encontrado él y yo, fue bajo la luz de la luna, discreta, cuando el calor acumulado de una larga jornada me obligaba a sumergirme en su espesura negra, misteriosa y atrapante.
Hace unos meses tuve la oportunidad de volver a ver el mismo pedacito que me había acompañado en un tramo de mi camino... Hice una excepción y me aventuré en las arenas que lo preceden...
Enero (o Julio, dependiendo del hemisferio en que nos encontremos) trae un ir y venir de ojotas, sombrillazos, reposeras y toallas olorientas de humedad. Olor a crema y sal que se adhiere al cuerpo... Arena que se cuela allí donde no es querida ni requerida (y que no hay forma de sacar, ni con chorros a presión, de esos que se usan para limpiar antiguas catedrales...)
Y trae algo que ninguna fuerza del universo puede evitar: la fauna playera.
He retratado un espécimen en particular, por ser el que más me ha marcado en mi experiencia de trabajo veraniego. EL YAYO (forma cariñosa, y a veces no tanto, de decirle al abuelo).
Éste presentaba el pack completo:
- Reposera: ni muy alta ni muy baja, así le sea fácil levantarse (y que antes de comprarla, revisará una y mil veces, intentando encontrar una excusa para un descuento).
- Bolso playero: de dimensiones excepcionales, que vaciarán por completo en busca de su bronceador factor 1300 (que será colocado dibujando una perfecta línea blanca sólo en la nariz)
- Sombrero cubano: ese accesorio infaltable que me intriga demasiado, por no haber sido capaz de leer que es lo que dice en la cinta roja... y que utilizado enmarcando una cara con lentes (y una camisa... digamos, colorida), sólo me recuerda a Hannibal Lecter al final del "Silencio de los Inocentes"....
- Y el elemento estrella: la radio AM (no, no... no hay opción a FM). Aunque intenté ser rápida al "desenfundar", no aparece en la foto. Pero está allí, pequeñita, con su antenita, emitiendo esos sonidos metálicos que llegan a lugares recónditos sin transmitir ningún mensaje, excepto "en algún lado hay un abuelo con una radiola a todo lo que da..."
Son muchos los especímenes que podría describir en este micro cosmos que es la playa, pero el NatGeo nunca fue mi canal de cabecera y no hablaría con la imparcialidad descriptiva que se precisa. Lo haría como quién ve SU tranquilo paisaje invernal invadido de foráneos, que mancillan con sus huellas las arenas donde mi mirada solía perderse en busca de respuestas.
El verano le hace perder al mar su majestuosidad, con todos esos ínfimos y pequeños paganos que se sumergen en sus aguas, ignorando su furia escondida. No importa... él se encarga de darles un revolcón de vez en cuando, para recordarles quién manda por aquí...
Las únicas veces que nos hemos encontrado él y yo, fue bajo la luz de la luna, discreta, cuando el calor acumulado de una larga jornada me obligaba a sumergirme en su espesura negra, misteriosa y atrapante.
Hace unos meses tuve la oportunidad de volver a ver el mismo pedacito que me había acompañado en un tramo de mi camino... Hice una excepción y me aventuré en las arenas que lo preceden...
Enero (o Julio, dependiendo del hemisferio en que nos encontremos) trae un ir y venir de ojotas, sombrillazos, reposeras y toallas olorientas de humedad. Olor a crema y sal que se adhiere al cuerpo... Arena que se cuela allí donde no es querida ni requerida (y que no hay forma de sacar, ni con chorros a presión, de esos que se usan para limpiar antiguas catedrales...)
Y trae algo que ninguna fuerza del universo puede evitar: la fauna playera.
He retratado un espécimen en particular, por ser el que más me ha marcado en mi experiencia de trabajo veraniego. EL YAYO (forma cariñosa, y a veces no tanto, de decirle al abuelo).
Éste presentaba el pack completo:
- Reposera: ni muy alta ni muy baja, así le sea fácil levantarse (y que antes de comprarla, revisará una y mil veces, intentando encontrar una excusa para un descuento).
- Bolso playero: de dimensiones excepcionales, que vaciarán por completo en busca de su bronceador factor 1300 (que será colocado dibujando una perfecta línea blanca sólo en la nariz)
- Sombrero cubano: ese accesorio infaltable que me intriga demasiado, por no haber sido capaz de leer que es lo que dice en la cinta roja... y que utilizado enmarcando una cara con lentes (y una camisa... digamos, colorida), sólo me recuerda a Hannibal Lecter al final del "Silencio de los Inocentes"....
- Y el elemento estrella: la radio AM (no, no... no hay opción a FM). Aunque intenté ser rápida al "desenfundar", no aparece en la foto. Pero está allí, pequeñita, con su antenita, emitiendo esos sonidos metálicos que llegan a lugares recónditos sin transmitir ningún mensaje, excepto "en algún lado hay un abuelo con una radiola a todo lo que da..."
Son muchos los especímenes que podría describir en este micro cosmos que es la playa, pero el NatGeo nunca fue mi canal de cabecera y no hablaría con la imparcialidad descriptiva que se precisa. Lo haría como quién ve SU tranquilo paisaje invernal invadido de foráneos, que mancillan con sus huellas las arenas donde mi mirada solía perderse en busca de respuestas.
El verano le hace perder al mar su majestuosidad, con todos esos ínfimos y pequeños paganos que se sumergen en sus aguas, ignorando su furia escondida. No importa... él se encarga de darles un revolcón de vez en cuando, para recordarles quién manda por aquí...
Comentarios
Eso del mar poniendo sus límites, dando revolcones y recordando quién manda dónde es algo que me gusta, que me intimida, que me atrapa de él y que a la vez me mantiene alejada. Me gusta pasearme por su orilla en las tardes de otoño, primavera e invierno. El verano prefiero regalárselo a las montañas.
dónde me venden un mar, así, con agua, con arena, con cielo cielo cielo
con silencios.
amaliovilla quiere beber de tus ojos el mar que miraste
y no puede.
Amalio: si tan sólo se pudiera, yo te dejaría beber de mis ojos los lugares recorridos, pero vos tendrías que darme un traguito de los tuyos, que ven cosas maravillosas donde los demás vemos sólo cotidianeidad...
Animoc: lástima que mi vida ahora se encuentra al revés con estos grandes amores. Durante el año sólo anhelar la brisa del mar y su orilla... Y en verano soñarme en los patagónicos accidentes geográficos (porq la platita no alcanza!!)