Mi segundo hogar (o de cómo anhelar la teletransportación)
Ya lo dije por todo medio posible. Hoy tengo desesperación por estar en Coma-ruga. Aquí puedo explayarme un poco más y aclarar que no es por esa hermosa playa. No es por tirarme sobre una toalla y lentamente acariciar la arena calentita, mientras la mente se relaja y no deja lugar a pensamientos perturbadores. Ni porque prefiera estar en una ciudad veraniega antes que trabajando un jueves santo encerrada en un shopping, lleno de gente que sale desesperada de su casa, a gastar su dinero en compras superfluas. No, nada de eso. Quiero estar en Coma-ruga por el aire. Es diferente, característico (como el de cada lugar, por supuesto). Así como a veces sentimos olores que nos recuerdan a otras épocas, yo recuerdo claramente el olor de mi pueblo. Aire fresco, con el toque de la brisa marina que aliviana los días calurosos. Y que invita a largos paseos por la orilla del mar los dias de invierno (si, yo no soy de playa en verano...) Al mediodía, olor a mariscos, a pescado fresco... a paella y